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MIÉRCOLES SANTO

Cuento de Semana Santa

Artículo publicado en el espacio de la Hermandad del Stmo. Cristo del Perdón y Mª Stma. de la Humildad en la revista de Semana Santa "El Monte" nº 10, 2010
Caminaba deprisa. Siempre va así, tenga prisa o nadie le esté esperando. Y mientras va deprisa piensa en sus cosas. Ahora respiraba tranquilo, todo lo tranquilo que podía respirar sabiendo que solamente faltaban horas. El día anterior había llovido y temía no poder sacar este año a su Cristo, pero esa tarde lucía un sol espléndido.
Cuando los días le acercan a la Semana Santa todo es distinto, no sabe explicar lo que siente. Miles de recuerdos se agolpan en su mente cuando sale de casa por las mañanas, el cielo está igual al del Encuentro del Viernes Santo; pero solo un par de horas después tiene el colorido de la Mañanica de Pascua. Parece que de un momento a otro se van a empezar a oír tambores y cornetas por alguna esquina acompañando a su paso hacia la plaza. Cuando ha llovido por la tarde y las calles están mojadas, se ve en un Martes Santo por la calle del Sol y cree escuchar a su madre decirle "lleva cuidado no te ensucies ya la capa en tu primera procesión", aunque de eso han pasado catorce años.
Entre esos miles de pensamientos que le acompañaron durante esa tarde, pero hacía varios días que no podía dejar de sentirlos, llegó el momento de la procesión. Para él los años van de Miércoles Santo en Miércoles Santo; pues cuando acabe la procesión, no pasará un solo día sin que, al menos por unos segundos, le invadan las ganas de llevar a "su" Cristo del Perdón.
Aunque no lo pueda ver, en las calles largas ve a lo lejos de frente al Cristo de la Bondad, que al fin y al cabo es el mismo. Sus ojos se clavan en los del Hijo de Dios con lágrimas contenidas. "¡Qué mejor forma de llamarlo!" piensa, "Cuando es Él quien me acompaña, quien me ayuda, quien siempre esta ahí cuando le necesito, quien me perdona cuando me equivoco y me enseña a perdonar a los demás". A veces, un manto verde le impide verlo, es su Madre: la de Cristo y la de el. "¡Que guapa está!, si es hermosa cuando llora, cuando está feliz debe ser la más bella imagen que se pueda ver en el mundo".
Un señor se levanta al paso de Cristo y reza, y él se emociona más si cabe al pensar que compartía ese mismo padre, ese mismo hermano y ese mismo amigo con todos los que presencian la procesión, con todos los que la acompañan, con los que alumbran, con los músicos y con los que van bajo los varales: los de ese paso y los del resto que forman la procesión. Imagina que si en ese momento todas las palabras, las oraciones y los sentimientos se escribieran en el aire, absolutamente todo lo que le rodea quedaría impregnado de letras de todos los tamaños, hasta el punto de no serle posible ver esa Luna Llena a la que creía ver el mismo rostro de emoción que a él le embargaba, llegando a sentir incluso un poco de envidia de esa Luna, ya que parecía estar viendo los cientos de procesiones que en esos momentos recorrían las calles de aldeas, pueblos y grandes ciudades.
Aunque lleve toda la procesión intentando contenerse, pasan tantas cosas por su cabeza que en un momento le es imposible contenerse una lágrima. Una niña que presenciaba la procesión le pregunto a su madre:
-Ese hombre está llorando, ¿Porqué llora?
Y su madre le contesta que es de la emoción, a lo que la niña pregunta:
-¿Y qué es la emoción?
-Mi vida, la emoción es algo que se siente, pero no se puede explicar. Es cuando se mezclan las alegrías y las tristezas, cuando el corazón late deprisa y con fuerza porque los sentimientos se acumulan y se adueñan de todo tu cuerpo, y ese hombre lleva sobre sus hombros al Señor, y llevar al Señor es emocionante porque es una humilde forma de devolverle solo una pequeña parte del amor y el cariño que muestra con nosotros siempre cuando nos ayuda, cuando nos reconforta, cuando nos da el aliento que necesitamos, cuando nos perdona.
-Pues mamá, yo de mayor quiero ser costalera y sentir que es la emoción.
Pasan unos metros y piensa que quisiera parar el tiempo, están terminando la última esquina y suena ya la última marcha de la procesión, en unos metros todo habrá terminado y no quiere, le gustaría que ese momento fuera eterno e intenta disfrutar de los últimos minutos al máximo. Un grito le interrumpe de sus pensamientos: "¡Al cielo con Él!", y al sonido de la campana levanta a Cristo hacia los cielos, la Luna parece querer abrazarle, y a él, lejos de pesarle, cree estar tocando el cielo con los dedos.

Dedicado a todos los cofrades de la Hermandad del Stmo. Cristo del Perdón y María Santísima de la Humildad.

Un cofrade de la Hermandad:
David Olivares García.